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| ¡Olé! |
Aunque ya han corrido rios de tinta acerca del tema en cuestión, me apetece sacarlo a la palestra de nuevo. Principalmente porque fue una apuesta atrevida, pionera, valiente y llamativa en la ciudad desde la que escribo: Sevilla. Un sitio donde las costumbres, la tradición, el excesivo decoro y el -permítaseme la expresión- cogérsela con papel de fumar impiden a veces dar esos pequeños pasos que hacen grandes a las empresas y a las ciudades en distintas cuestiones.
No, no voy a hablar de la Torre Pelli. Ni de 'las setas'. Hablo de algo de mucha menos embergadura, insignificante al lado de tales proyectos pero valioso, al fin y al cabo, en la lucha porque la publicidad y la comunicación en general tengan el peso que merecen aquí, en un lugar donde -por suerte parece que cada vez menos- invertir en eso mismo es poco menos que tirar el dinero a la basura.
Hablo de las cestas/cajas de botellines de Cruzcampo en las bicicletas de Sevici. Sí, tuvo que ser una gran compañía la que apostara por ello. Aún así, siendo una marca querida y admirada por los sevillanos, hubo quien criticó la acción de la marca cervecera. Que si vaya cachondeo, que si había que aguantar hacerle publicidad gratis a Cruzcampo mientras se iba en la bici, que si una marca alcohólica no podía publicitarse en un medio de transporte...
Para mi gusto, una idea genial y que da muestras de que se pueden hacer cosas aquí, en Sevilla. ¿¡Por qué no!? Claro que se puede innovar llevando a cabo acciones especiales y notorias, que es de lo que se trata siempre. Al menos se puede intentar.

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